Lectura de estudio: Génesis 50:15-17.
15 Viendo los hermanos de José que su padre era muerto, dijeron: Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos. 16 Y enviaron a decir a José: Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: 17 Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablaban.
¿Qué pensaron sus hermanos ahora que su padre había muerto?
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Las palabras expresadas: “quizás nos aborrecerá José, y nos dará el pago del mal que le hicimos” muestran lo culpable que se sentían sus hermanos y el peso de su pecado que venían cargando en el alma. Sus hermanos pensaban que la actitud bondadosa de José para con ellos se debía en gran medida al respeto que él tenía hacia su padre y que ya muerto, se vengaría de ellos. Años atrás algo similar había ocurrido con Esaú, el cual contuvo su odio para con su hermano Jacob mientras su padre viviera: “Llegaran los días de luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob. Génesis 27:41. Hay gente que no puede perdonar, se morirá infeliz con el corazón atascado de rencores. Pablo escribió: “Airaos, pero no pequéis; que no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo” Efesios 4:26-27. Pero José no les guardaba rencor a sus hermanos, tenía blindado su corazón contra cualquier ofensa. Salomón escribió: “sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida”. Proverbios 4:23. Jesús dijo que del corazón del hombre salen los malos pensamientos, los homicidios y los adulterios. Por eso debemos cuidar que nuestro corazón no sea bodega de resentimientos y rencores. Mateo 15:19.
¿Por qué los hermanos de José se sentían culpables?
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Antes de la muerte de su padre sus hermanos no le habían pedido perdón a José por el mal que le había hecho. En algún momento reconocieron su culpa entre ellos (42:21) pero no confesaron su ofensa ni pidieron perdón. El pecado es como un aguijón en el alma, sino lo confesamos y pedimos perdón, nuestra alma sufrirá. El Salmo 32 nos enseña la felicidad que otorga el perdón y la infelicidad que provoca la culpa. “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día, porque de día y de noche se agravó sobre mi tu mano… mi pecado te declaré … y tu perdonaste la maldad de mi pecado”, expresó David. Salmo 32: 3-5. Ahora los hermanos de José confesaron su pecado y le pidieron perdón por haberlo maltratado. La Biblia no dice que José lloró en la cisterna, o cuando lo vendieron a los ismaelitas, José nunca lloró cuando sufrió, José lloró cuando vio sufrir a sus hermanos, y lloró también porque los vio arrepentidos y regenerados. “El que encubre sus pecados no prosperará; más el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. Proverbios 28:13.