Lectura de estudio: Génesis 44:9-10.
9 Aquel de tus siervos en quien fuere hallada la copa, que muera, y aun nosotros seremos siervos de mi señor. 10 Y él dijo: También ahora sea conforme a vuestras palabras; aquel en quien se hallare será mi siervo, y vosotros seréis sin culpa.
Según los hermanos de José ¿Qué debía hacerse a quién le fuese hallada la copa?
El miedo, el enojo, la sorpresa, y la imprudencia, con frecuencia hacen hablar de más, o decir cosas, que luego tenemos que arrepentirnos. Muchas “lenguas flojas e irresponsables” hablan solo por hablar, no conectan su lengua a su cerebro; las personas que hablan por lo que sienten (actúan emotivamente) abren su boca sin medir las consecuencias y luego tienen que retractarse. Porque las palabras que expresamos son como las hojas que se lleva el viento, podemos verlas volar, pero jamás podremos recogerlas, por eso tenemos que ser cautos cada vez que abramos la boca. Los hermanos de José hablaron sin pensar, a bote pronto respondieron: “Aquel de tus siervos en quien fuere hallada la copa, que muera, y aun nosotros seremos siervos de mi señor” (44:9). Aunque José no iba a matar por supuesto a Benjamín, ni iba a tomar como siervos a todos sus hermanos, ellos no tenían por qué haber hablado sin antes pensar; no consultaron con su intelecto la respuesta, no la consensuaron, tampoco la oraron. Las personas que actúan así, casi siempre, tienen que corregir sobre la marcha.
¿Cómo modificó el mayordomo la propuesta de ellos?
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El mayordomo les modificó la plana, les corrigió enseguida, dijo: “a aquel en quien se hallare la copa, será mi siervo, y los demás podrán marcharse libremente”. Los hermanos de José mostraron amor hacia su hermano menor, lo cobijaron, dijeron los unos a los otros, “nos quedamos todos o nos vamos todos” esto demuestra como la envida, los celos y los malos sentimientos familiares habían terminado, los hermanos de José habían sanado su corazón de odio y envidia, y ahora se veían como hermanos y no como enemigos. Dios puede cambiar nuestros malos sentimientos y deseos malsanos entre hermanos de sangre o espirituales, y sentir amor por aquellos que odiábamos. Debemos pedir a Dios que cambie este corazón malo y que nos de uno que sepa amar y no odiar, que sepa perdonar y no aborrecer. El salmista dijo a Dios. “crea en mí, oh, Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. Salmos 51:10. Cuando miramos el amor de Dios, y vemos cuanto nos ha perdonado, no tenemos otra alternativa, más que amar y perdonar.