CONCLUSIÓN. En esta lección Pablo se llama asimismo “preso de Jesucristo”, la predicación del evangelio lo llevó a la cárcel, pero Pablo no está triste por estar privado de su libertad, no se queja ni pretende renunciar al ministerio, antes hace oración día y noche por su hijo en la fe, desea verlo y sentir la alegría de estar juntos. Timoteo al parecer, tal vez por su juventud, se desanimaba con frecuencia, por eso lo lleva a recordar la “fe no fingida” de su abuela Loida y su madre Eunice, mujeres de una fe autentica que el debe imitar, le pide que no deje flaquear su fe, sino que avive el fuego del don de Dios que le fue impartido por la imposición de sus manos. Pablo desea que Timoteo siga sirviendo al Señor con alegría y determinación, que no se rinda ante las pruebas; y que no se amedrente ante los ataques de sus opositores, porque Dios no le ha dado “un espíritu de cobardía”, sino de poder, de amor, y de dominio propio. El poder de Dios lo debe usar para combatir las falsas doctrinas, el amor para perdonar sus agresores, porque un siervo de Dios no debe ser rencoroso y debe saber perdonar; el dominio propio debe usarlo para enfrentar sus miedos y sus desajustes emocionales, por tanto, le dice: no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor Jesucristo y de mi preso suyo, sino participa en las aflicciones que vienen a todos los que sirven en la obra del Señor.