Pablo sabía que los filipenses no solo recibirían bendiciones espirituales en el cielo por su generosidad, sino que Dios también supliría todo lo que les faltaba en esta vida. Los filipenses habían sacrificado al dar (2 Corintios. 8:1-3) parte de sus posesiones terrenales para apoyar a Pablo, el siervo de Dios. A cambio, Dios supliría en abundancia todo lo que les falta, Dios no quedaría en deuda con ellos. Por haber sembrado abundantemente, segarían abundantemente (2 Corintios. 9:6); por haber “[honrado] a Jehová con [sus] bienes, y con las primicias de todos [sus] frutos… serán llenos [sus] graneros con abundancia y [sus] lagares rebosarán de mosto” (Proverbios. 3:9-10). Ellos descubrirían que es imposible dar demasiado para Dios.