Lectura de estudio: Génesis 45:4-5.
4 Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. 5 Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros.
¿Qué les dijo de cerca José a sus hermanos? ¿Qué les recordó las palabras “¿Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto”?
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Ya con todos los egipcios fuera de aquel lugar, José tenía que decirles algunas cosas en privado a sus hermanos, no quería gritarlas, no quería que nadie se enterara, por eso les pidió que se acercaran. Los problemas familiares se arreglan en familia, por muy horrendas que sean las cosas entre padres e hijos, como dijera un refrán popular: “La ropa sucia se lava en casa”. Lo que sus hermanos habían hecho con él era horrendo, malicioso y cruel. Sus hermanos sabían que por sus prejuicios mentales y emocionales intentaron quitarle la vida … José omitió esa parte, solo les recordó: “Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis a Egipto”, evitó decirle yo soy José el que ustedes aborrecieron y desearon quitarle la vida, el que le destrozaron la túnica de colores que le regaló su padre, el que echaron en una cisterna, el que les suplicó que no lo vendieran a los ismaelitas por veinte monedas de plata y ustedes no escucharon, ese José soy yo, pero a pesar de todo, siguen siendo mis hermanos. ¡Qué hermosa declaración de amor! ¡Que hermosa declaración de perdón! Si alguien quiere aprender más sobre el perdón, solo tiene que estudiar la vida de José.
¿Por qué no debían entristecerse los hermanos de José?
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Cuando José les dijo: “Yo soy José”, ellos se turbaron y retrocedieron – no sabían dónde esconder la cara de vergüenza – como una película les pasó por su mente todo lo mal que se portaron con su hermano. Entonces José les explicó que no debían entristecerse del mal que le habían hecho, pues todo lo que le hicieron estaba en el plan de Dios, y era necesario que lo vendieran a Egipto, pues en este país Dios iba a materializar sus sueños, convertirlo en gobernador y en instrumento Divino para dar vida en la hambruna. Les dijo: todo lo que me hicieron ha sido para bien y estuvo aprobado por Dios; es muy difícil para la mente carnal entender esto, pero las pruebas de Job, Jesús y José nos enseñan que Dios permite que algunos hombres buenos sufran para traer bendición a los demás.