CONCLUSIÓN. Camino a Damasco cambio todo para Pablo y para la obra de Dios, en él (Pablo) se cumplió la esperanza de la vida eterna al encomendarle el mismo Señor Jesús la predicación de la Palabra a los gentiles y al pueblo judío. Desde su conversión el apóstol se dedicó totalmente a la predicación de la Palabra, aunque él no fue el primero, ni último en ser llamado por Dios para anunciar el evangelio, se apropia de su llamado y vivió a partir de Damasco predicando la Palabra sin cesar, recorriendo y visitando las sinagogas en el Asia Menor y en Europa, nunca dejó de evangelizar porque la Obra de Dios no se delega, murió predicando a Cristo como mueren todos los hombres y mujeres que dan su vida por una causa superior. Pablo era un verdadero apóstol y un buen siervo de Jesucristo. Un buen maestro forma buenos discípulos, y Tito fue un buen discípulo y “un verdadero hijo en la común fe.